27.2.07

CINE DE REESTRENO: ARSÉNICO POR COMPASIÓN.Sábado 31 de Marzo a las 19 h.


ARSÉNICO POR COMPASIÓN
(Arsenic and old lace)



Dirección: Frank Capra.
País:
USA.
Año: 1944.
Duración: 114 min.
Género: Comedia.
Interpretación: Cary Grant (Mortimer Brewster), Priscilla Lane (Elaine), Raymond Massey (Jonathan Brewster), Jack Carson (Oficial Patrick 'Pat' O'Hara), Peter Lorre (Dr. Einstein), Edward Everett Horton (Sr. Witherspoon), James Gleason (Teniente Rooney), Josephine Hull (Tía Abby), Jean Adair (Tía Martha), John Alexander (Theodore 'Teddy Roosevelt' Brewster).
Guión: Julius J. y Philip G. Epstein; basado en la obra teatral de Joseph Kesselring.



SINOPSIS

Morty Brewster, periodista deportivo y, como solterón irredento, uno de los partidos más apetecidos de la ciudad, ha “caído” ya en las redes de la bella Elaine Harper. Cuando va a casa de sus queri-dísimas tías a comunicarles la buena nueva, se encontrará con ciertas sorpresas, que aún serán mayores cuando termine apare-ciendo su hermano Johnny, peligroso criminal, y ansioso de resar-cirse de viejos agravios familiares que aún le escuecen: todo un ba-tiburrillo de enredos y fiambres, para una merienda muy particular...


CRÍTICA por Manuel Márquez

Abordar la visión (y, peor aún, la rea-lización de una reseña crítica, por muy humildes que sean sus preten-siones) de la película mítica de un di-rector mítico, protagonizada por un actor mítico, quizá sea una cuestión más de talante que de concepto: uno tiende a oscilar, con toda la volubili-dad del mundo, entre la tentación de dar rienda suelta a esa venilla o punto iconoclasta (no será para tanto; no hay que dejarse engatusar por resa-bios cinéfilos; y todo el largo etcétera que se quiera añadir...) y la opción, menos arriesgada posiblemente, de entregarse al arrobo y al éxtasis poco reflexivos, pasando, mientras tanto, por algunas situaciones intermedias (sea el temor a carecer de las claves necesarias –¿no habré visto todo el cine que debe-ría...?– para apreciar todas las maravillas que los entendidos prego-nan; sea la fijación maniática en elementos muy concretos, en de-trimento de una visión más global). Pero bien, dejemos introduccio-nes justificatorias y entremos al trapo: "Arsénico por compasión" me parece una buena comedia y una buena película, pero no una excelente comedia (y, menos aún, una excelente pe-lícula), aun cuando así esté considerada por la crítica más docta y sesuda de manera casi unánime. Lo súblime requiere de la ausen-cia (o casi) de puntos negativos, y no es éste el caso, a mi modes-to entender.

"Arsénico por compasión" es una comedia de corte clásico, en-marcada temporalmente en la época más dorada del cine de los grandes estudios hollywoodienses, y no se le puede discutir un punto de encanto muy alto: su tono y su intención – marca de la casa Capra– van bien encaminados a ello, y triunfa en el empeño de manera notable. Además de eso, es un culto al gag de calibre descomunal, en la medida en que todos sus elementos apuntan, siempre, en esa dirección: desde el dibujo de los personajes hasta los diálogos, pasando por las peripecias de la trama, en lo que se refiere a los contenidos, como también los elementos formales (movimientos de cámara, luces, música –esas variaciones de Stei-ner sobre las marchas legendarias, ya sean nupciales o fúnebres, resultan geniales–) configuran un auténtico monumento a ese golpe de efecto que busca nuestra carcajada, franca y sin cortapisas, una y otra vez.

Pero quizá son demasiados gol-pes, demasiados efectos, y llega un momento en que la trama se enreda en demasía. El arranque es sencillo, partiendo de un personaje que es un leit-motiv en sí mismo (el solterón recalcitrante que, finalmente, cae atrapado en las redes de un amor tan lógico y aplastante como el cali-bre de los encantos de su “verdugo”), y su entronque con la desquiciante si-tuación a que da lugar el descubri-miento de las veleidades necrófilas de las dos tías (magníficas Josephine Hull y Jean Adair, interpretando a las viejas tía Abby y tía Martha, respectivamente, aunque en algún momento puedan llegar a resultar un puntito cargantes) no plantea mayor problema. Los enredos mayores llegarán con la aparición de Johny Brewster y el Dr. Einstein, esa “extraña pareja” que introduce una segunda “trama criminal” en la que, por momentos, da la im-presión de que la madeja se lía en exceso. Y que una comedia de enredo haya de tener, pues eso, enredo (y haya de ser, hasta cier-to punto, liosilla), es de puro cajón, pero, claro está, las buenas madejas no lo son tanto por lo bien que se lían, sino por la facilidad con que se deslían, y no siempre es así en "Arsénico por compa-sión".

Tampoco me dejan de sorprender las aclamaciones universales a la interpretacion que hace ese actor que (también para mí, no crean) pasa por ser un auténtico monstruo, y que atiende al nom-bre de Cary Grant. Su dibujo general del personaje (ese Morty Brewster huidizo, desconcertado y atónito ante lo que pasa a su alrededor) es bastante bueno, pero hay un exceso de muecas y mohínes en muchos pasajes, lo cual, lejos de redundar en una ma-yor efectividad o intensidad cómica de los gags, no refuerzan sino su efectismo (por catálogos de similar volumen en número –aun-que, posiblemente, no en exageración: ya se sabe lo odioso de las comparaciones...–, muchos, entre los que me cuento, han crucifi-cado a Jerry Lewis o a Jim Carrey).

También hay algún otro “garbancillo negro”, como la excesiva reiteración del recurso, sin variaciones, a algún gag visual concreto (es el caso de las “cargas” del “presidente” Theodore Brewster, que se repite hasta en cinco ocasiones; o el del levanta-miento de la tapa del arcón –tras saber, en la primera ocasión, qué es lo que esconde, huelgan algunas de ellas–) o el puntito de gaz-moñería que desprenden, en cierto momento, algunos personajes (quizá algo lógico, teniendo en cuenta la tonalidad con que Capra gusta de teñir sus películas).

Todos los apuntados son los moti-vos –menores o baladíes, si así lo quieren– por los que "Arsénico por compasión" no me parece una come-dia redonda, o, quizá, si he de ser más humilde, se trate de, siendo el humor una cuestión tan de química (te toca la fibra de la risa, o no te la toca, y hay poco más que racionali-zar), una cuestión mucho más senci-lla: a mí no me ha hecho gracia, y to-das las argumentaciones que preten-da esgrimir no hacen sino “vestir un muñeco” que, desnudo, quedaría mucho más bonito. No obstante lo cual, ahí la tienen, para disfrute, solaz y esparcimiento: no deja de ser todo un clásico y contiene algunos momentos que, incluso para mí, son fabulosamente chispeantes.





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